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TnM- Bajo el Muerdago Cap 2

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pretsiuss97531's avatar
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Capitulo 2:
                                Bienvenido al infierno


Thomas se dejó caer sobre la cama, exhalando un suspiro de desesperación que por poco le deja sin aliento. Estaba muy enfadado con sus padres; jamás les perdonaría aquello, desde luego. Pasar las Navidades en casa de unos desconocidos era el peor castigo del mundo. No es que a Thomas le importase la Navidad —más bien la detestaba—, pero sí odiaba conocer gente nueva, especialmente si de buenas a primeras ya se comportaban como marcianos. Supuso que serían las vacaciones más aburridas de su vida y que, en caso remoto, la única diversión que encontraría sería molestar a la chica alcornoque, Marie, que parecía recién salida de un basurero con aquella ropa desarreglada.   Se incorporó de súbito cuando oyó unos pasos que se acercaban a su habitación.   —¡Thomas, cariño! ¿Cómo va todo?   Era lsabella —señora de la casa y mujer más pesada sobre la faz de la tierra—. El joven tosió para aclararse la garganta.   —¡Bien! ¡Genial! —mintió descaradamente—. ¡Gracias!   —¿Quieres que te ayude a deshacer las maletas?   Thomas pensó, en principio, que se trataba de una broma. Pero tras un incómodo silencio que no fue acompañado por risitas de ningún tipo, comprendió que estaba equivocado y con horror se precipitó hacia la puerta y se apoyó en ella a modo de refuerzo.   —No hace falta, señora Flynn, de verdad.   «Se lo juro bajo pacto de sangre si es necesario», añadió mentalmente. Y se mordió el labio inferior para no hablar de más.   —¡Vale, baja cuando termines, cielo! —se despidió lsabella excesivamente alto.   Thomas se pasó una mano por la frente y se echó hacia atrás algunos mechones rubios sin demasiado interés. Observó que había dejado la puerta del armario entreabierta y la cerró cuidadosamente, estudiando con atención que la madera encajase sin desviarse ni un centímetro. Era sumamente detallista. Y maniático. A lo largo de su vida había ido acumulando manías que, con el paso del tiempo, se terminaron adueñando de su día a día sin que apenas se diese cuenta. A Thomas le gustaba ser así.   Odiaba los números impares, así que casi siempre intentaba que todo fuera múltiplo de dos o de cuatro. Le repugnaba la carne, era vegetariano. Thomas detestaba los espejos que estaban totalmente limpios, necesitaba encontrar restos de agua en ellos o alguna mancha imperceptible para el resto de los humanos. Tampoco le gustaban los cuadros que tenían el marco de color escarlata y jamás dejaba que su barba creciese durante más de veinticuatro horas. Dormía con la ventana abierta y se tapaba con la colcha hasta cubrirse las orejas. Además, se lavaba las manos constantemente y cuidaba al detalle su higiene diaria, llegando a convertirse en alguien un tanto hipocondríaco.   Tras veinte minutos de paz, alguien llamó a su puerta.   —¿Idiota? —preguntó una voz suave que al parecer se dirigía a él—. Espero que estés listo, es hora de comer.   Thomas suspiró tras escuchar a Marie al otro lado de la puerta. No contestó. Finalmente Marie abrió despacio la puerta, ligeramente asustada por lo que pudiese encontrar en el interior.   —¿No me has oído? —dijo al verlo tumbado plácidamente.   —¿Oír qué?   —Te estaba llamando.   —Ah, perdona. —Bostezó descaradamente y estiró los brazos—. Lo único que he oído es que decías la palabra «idiota» y he supuesto que te estarías refiriendo a tu padre <<Hjo de tu *uta Madre>> pensó Marie permaneció un instante con la boca entreabierta, incapaz de aceptar lo que acaba de oír.   —Pero ¿tú de qué vas?   Thomas se incorporó perezosamente en la cama y movió el cuello de un lado al otro, intentando calmar el dolor de hombros tras el incómodo viaje en avión.   —Entonces, ¿me espera una suculenta comida? —preguntó sonriente—. Por cierto, se me ha olvidado mencionar que soy vegetariano.   Marie rió antes de salir a toda prisa de la habitación y bajar corriendo las escaleras en dirección al salón principal. Thomas bufó, preguntándose qué demonios le haría tanta gracia a aquella niña malcriada. Finalmente, despidiéndose de la efímera calma, se dispuso a entrar en el comedor, donde, por desgracia, le esperaba la familia Flynn al completo. Estuvo a punto de gritar cuando tuvo ante sí la silueta del hermano, Oliver. Si ella parecía recién sacada de un basurero, este acababa de regresar de la guerra. Tenía el pelo largo, con rastas pegadas entre sí que combinaban en estilo con una gastada camiseta gris hecha trizas. Thomas se acercó dando pasos cortos, temiendo que aquel hippioso le contagiase piojos o algo parecido.   —¿Qué tal? —le dijo este.   Thomas se limpió en los pantalones la mano que Oliver acababa de estrecharle y se sentó en la silla que quedaba libre.   —Bi… bien —balbució, sin dejar de mirarle. Sus sucias rastas eran extrañamente hipnotizadoras.   Aún estaba conmocionado, no lograba aceptar la descabellada idea de tener que pasar un mes conviviendo con aquel neandertal, cuando la voz de Isabella se alzó más de lo normal para dirigirse a él.   —¿La parte de la pechuga o el ala?   —¿Qué?   Arqueó una ceja, sin comprender. Entonces bajó la mirada y descubrió el enorme pollo al horno que reposaba sobre una bandeja en el centro de la mesa. Al lado, la señora Flynn le miraba fijamente a la espera de una respuesta, con un enorme cuchillo en la mano, preparada para cortarle el trozo correspondiente. Tuvo ganas de vomitar. Marie rió por lo bajo y le miró al tiempo que mordía un enorme trozo de carne, cogiendo el pringoso muslo con descaro.   —Nada, por favor —respondió.   —¿Es que no te gusta el pollo, cariño?   —Yo… no como carne —logró decir.   Ambos hermanos rieron al unísono, cosa que molestó al muchacho. lsabella les dirigió una mirada de reproche ante la que ellos agacharon rápidamente la cabeza y metieron las narices en sus respectivos platos aún con una leve sonrisa surcándoles los labios.   —Tranquilo, no pasa nada —le dijo, y le revolvió el pelo, haciendo gala de aquella confianza que él no le había dado—. Ahora mismo te preparo otra cosa —añadió antes de dirigirse decidida hacia la cocina.   Thomas suspiró aliviado.   —Así que ¿no comes carne, chaval? —le preguntó el mendigo.   —Exacto.   —¿Ni salchichas? —instó mientras se rascaba sospechosamente la cabeza.   Le miró alrededor de un minuto en silencio, sopesando si el último comentario de Thomas era una broma o no. Apostaba por la segunda opción. —No, las salchichas tampoco forman parte de mi dieta.   Thomas asintió mientras le quitaba la piel a su trozo de pollo sin compasión.   —¡Qué interesante! Así, ¿tampoco puedes comer hamburguesas?   ¿De verdad aquello era real? Dirigió su mirada hacia Marie, casi en busca de ayuda. La muchacha reía por lo bajo, mientras Phineas permanecía pendiente de las noticias con las pupilas dilatadas fijas en el televisor. Thomas se armó de paciencia.   —No, las hamburguesas también son carne —aclaró, pronunciando despacio cada una de las palabras, como si estuviese dirigiéndose a un niño de cinco años cuando, en realidad, aquel individuo debía rondar los veintitantos (asi es en esta historia Oliver es mas Grande que Marie) .   —¡Pues qué putada, tío! —concluyó Oliver al tiempo que se encogía de hombros.   —Es que es un tanto rarito el inglés, ¿sabes? —comentó Marie.   Su hermano asintió sin ningún tipo de interés al respecto, algo que Thomas agradeció. Afortunadamente, lsabella regresó diez minutos más tarde con un enorme plato repleto de verduras a la plancha.   —He pensado que esta tarde podrías presentarle a tus amigos —le dijo a su hija, sonriente como siempre.   Marie tosió tras atragantarse con un trozo de pollo. El joven sonrió disimuladamente.   —¿Es que quieres acabar con mi vida social? —dijo ofendida—. No pienso llevar al Señor del Té conmigo. Sería un suicidio público.   Isabella abrió la boca exageradamente tras arrugar la nariz en señal de disgusto. Se cruzó de brazos sobre la mesa; después le dio un codazo a su marido.   —¿Has oído lo que ha dicho tu hija, Phineas?   —Haz caso a tu madre, Marie —se limitó a murmurar el marido sin dejar de mirar la televisión.   Thomass carraspeó intentando llamar la atención.   —No importa, de verdad —dijo con un tono dulce que a Marie se le antojó ligeramente forzado—. Daré una vuelta solo para conocer el lugar.   —¡De eso nada! —exclamó Isabella señalando a su hija con el dedo índice—. Tú le acompañarás, te guste o no.   —Oye, ¿por qué Oliver no puede hacer de canguro? —se quejó Marie, dejando el tenedor con brusquedad sobre la mesa.   —¡Él tiene que estudiar! Marie abrió la boca para rechistar, pero al recordar el pacto que meses atrás había hecho con su hermano, la cerró. Observó el rostro sonriente de Thomas, que parecía disfrutar siendo el protagonista de aquella disputa familiar.   —Será genial que paseéis juntos —opinó lsabella —. Seguro que en cuanto os conozcáis terminaréis volviéndoos inseparables —añadió, risueña—, como uña y carne.
<<Alguien por favor MATEME!!!!>> pensó Marie. Isabella se fue y Marie se levanto para dejar su plato, cuando paso al lado de Thomas susurro –Bienvenido al Infierno, Thommy-. Thomas le lanzo una mirada glacial y ella puso una sonrisa orgullosa y superficial.
Todos los reconocimientos a Silvia Hervas
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Comments2
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fanati's avatar
DIOS SANTO ESTA FANTASTICA 

me gusto lo que dijo marie al final jeje